En la unidad original del ser primero, está contenida la causa secundaria de todos lor seres, así como el germen de su inevitable destrucción

Edgar Allan Poe



miércoles, 18 de junio de 2008

La verdad mentirosa y dañina en nuestra sociedad Colombiana


Es inevitable regresar al pasado y escudriñar en él: como es que los hombres se han comportado a través del tiempo, y además, en este ejercicio de exhumación, encontramos un hedor maligno y tedioso al que no podemos eludir. En los inicios del siglo XX en Colombia vamos a encontrar un aroma bastante particular. La incidencia de los partidos políticos y de la Iglesia misma en lograr cohesionar la sociedad bajo sus mandos, van a acrecentar unas fuertes consecuencias para el país, en especial esta: la Violencia. Es por esto, que la asociación entre partidos y religión no son puras casualidades históricas, sino al contrario, van a ejercer una fuerte influencia en la conformación de la sociedad Colombiana. Pero, en qué se caracteriza esa asociación y esa influencia sobre la sociedad? La construcción de la cultura política, sobre todo de la conjuración entre la religión y los partidos políticos de inicios del siglo XX, va a caracterizarse como una fuerza eclipsante o centrípeta sobre la sociedad Colombiana bajo un instrumento que tradicionalmente a lo largo de la historia ha sido usado como estandarte, tanto de las consecuencias históricas como las causas que ha enarbolado el hombre, y es el de la verdad.

Hay que comenzar, entonces, por hablar de los partidos políticos de Colombia. Es bien sabido que tanto el partido Liberal como el Conservador dividieron al país en dos posiciones yuxtapuestas que se confrontaron ideológicamente hasta violentamente. Pero por qué esta confrontación? El origen mismo esta en la idea que preconizaban, y que por ende, trajo partidarios desde las clases más altas hasta las más bajas; de esta manera los partidos lograron manejar su bando bajo la doctrina que profesaban. “El significante de idea expresa esa comprensión del mundo que necesariamente proponen los enunciados políticos: un sistema de saber a partir del cual el mundo social y político se vuelve comprensible y, en consecuencia, dirigible en tal o cual sentido”[1], así no lo dice Carlos Perea y no se equivoca, pues nos dice que el mundo se hizo comprensible bajo la égida de la idea.

Pero no son sólo los partidos políticos, dentro de ese ambiente constructivo de la cultura política, también aparece la Iglesia como otro peso de la balanza. La Doctrina Social de la Iglesia bajo los postulados del tomismo, doctrina claramente traída de Europa, va a decir, en pocas palabras, que se es necesario, para preservar la sociedad misma, confrontar los cambios históricos que de ella surjan, tales como: la evolución política, económica, cultural, social y religiosa; ya que bajo esta negatividad, se va a mantener el orden natural y por último la verdad divina. En un documento elaborado por Fernán Gonzáles, dice lo siguiente:”el tomismo es un pensamiento de la sustancia, de la esencia o naturaleza de aquello que permanece inmutable bajo los cambios accidentales y secundarios del devenir histórico”[2]. Así pues, la Iglesia tuvo un papel fundamental en esta parte de nuestra historia, pues combatió al Liberalismo en persona y rechazaba sus tendencias seculares y laicistas que trataban de desmoronar la estructura eclesiástica.

Ahora bien, la concepción misma de idea no es suficiente para atraer a las masas, pues ésta, en cierta medida, actúa bajo los supuestos doctrinarios y bajo la dominación carismática –en el sentido Weberiano-, pero, siendo así, no es suficiente, ya que ésta debe plasmarse en la concepción de verdad. La verdad es la que actúa y con fuerza, ya que ésta genera la reproducción existencial y convincente en el hombre; pero, en el caso del que estamos hablando, es una verdad dogmática: “toda convicción que ha llegado a ser para quien la posee –o la padece- una referencia de su propia identidad”[3]. Pues bien, así no lo dice el maestro Estanislao Zuleta hablando del dogma en el hombre.

No hay que ser ilusos, y es que las verdades propuestas e impuestas por los partidos políticos de Colombia y de la Iglesia, son verdades construidas, exógenas a nuestra existencia, son alienables e incluso son verdades que en su mayoría no nos representan, pero, que de alguna manera, el hombre comete el error de servir a esas verdades que no le pertenecen. Ya no lo dijo Nietzsche y el hombre no le presto atención: “Nietzsche [y] su negativa a admitir la noción de una verdad desligada de intereses y necesidades formaban parte de un afán de percepción privada (…) de que la verdad es un ejército de metáforas en movimiento”[4]. Sin embargo, ésta verdad Nietzscheana no tiene del todo la culpa, ya que en algún momento indeterminado de la historia apareció algo conocido como la Modernidad, que aún, nadie ha sabido pronosticar –sólo lo intentan los intelectuales afanosos de saber-, y que nos dejo cosas como: la idea, la verdad y, la mal llamada, razón; esto por tan sólo por mencionar algunas; pero, que además, son cuestionables e incluso dogmáticas.





[1] Perea, Carlos Mario. Capitulo 6: La fe en la autentica doctrina, la idea. Segunda Parte: Dos espíritus antagónicos, lo imaginario religioso. Contenido en: Porque la sangre es espíritu. Ed: Santillana. Pág. 83. 1996.
[2] Gonzáles, Fernán. Iglesia Católica y Modernidad en Colombia. Pág. 2.
[3] Zuleta, Estanislao. Tribulación y felicidad del pensamiento. Contenido en: Elogio de la dificultad. Ed: Hombre Nuevo Editores. Pág. 19. 2007.
[4] Rorty, Richard. Introducción: Pragmatismo y filosofía postnietzscheana. Contenido en: Ensayos sobre Heidegger y otros pensadores contemporáneos. Pág. 17. Ed: Paidos.

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