En la unidad original del ser primero, está contenida la causa secundaria de todos lor seres, así como el germen de su inevitable destrucción

Edgar Allan Poe



lunes, 15 de septiembre de 2008

El genio de la multitud – Charles Bukowski

Hay suficiente traición, odio,
violencia,
Necedad en el ser humano
corriente
Como para abastecer cualquier ejército o cualquier
jornada.
Y Los Mejores Asesinos Son Aquellos
Que Predican En Su Contra.
Y Los Que Mejor Odian Son Aquellos
Que Predican AMOR
Y LOS QUE MEJOR LUCHAN EN LA GUERRA
SON - AL FINAL- AQUELLOS QUE
PREDICAN
PAZ.

Aquellos Que Hablan de DIOS
NECESITAN a Dios
Aquellos Que Predican Paz
No Tienen Paz.
AQUELLOS QUE PREDICAN AMOR
NO TIENEN AMOR
CUIDADO CON LOS PREDICADORES
Cuidado Con Los Que Saben.

Cuidado Con
Aquellos Que
Están SIEMPRE
LEYENDO
LIBROS

Cuidado Con Aquellos Que Detestan
La Pobreza O Están Orgullosos De Ella.

CUIDADO Con Aquellos De Alabanza Rápida
Pues NECESITAN Que Se Les Alabe A Cambio

CUIDADO Con Aquellos Que Censuran Con Rapidez
Tienen Miedo De Lo Que
No Conocen

Cuidado Con Aquellos Que Buscan Constantes
Multitudes; No Son Nada
Solos

Cuidado Con
El Hombre Corriente
Con La Mujer Corriente
CUIDADO Con Su Amor

Su Amor Es Corriente, Busca
Lo Corriente
Pero Es Un Genio Al Odiar
Es Lo Suficientemente Genial
Al Odiar Como Para Matarte, Como Para Matar
A Cualquiera.

Al No Querer La Soledad
Al No Entender La Soledad
Intentarán Destruir
Cualquier Cosa
Que Difiera
De Lo Suyo

Al No Ser Capaces
De Crear Arte
No Entenderán
El Arte

Considerarán Su Fracaso
Como Creadores
Sólo Como Un Fracaso
Del Mundo

Al No Ser Capaces de Amar Plenamente
CREERÁN Que Tu Amor Es
Incompleto
Y ENTONCES TE
ODIARÁN

Y Su Odio Será Perfecto
Como Un Diamante Resplandeciente
Como Una Navaja
COMO UN TIGRE
COMO Cicuta

Su Mejor
ARTE

lunes, 1 de septiembre de 2008

El ocaso de los “libros”



“Pasé toda la tarde en la librería. No había libros en ella; hacía casi medio siglo que no se imprimían. Y yo los esperaba tanto después de los microfilmes en que consistía la Biblioteca del Prometeo. No existían. Ya no se podía curiosear en las estanterías, sopesar gruesos tomos en la mano, saborear bien su volumen, que predecía la duración del placer de su lectura. La librería recordaba un laboratorio electrónico. Los libros eran pequeños cristales de contenido acumulado, y se leían con ayuda de un optón. Éste incluso se parecía a un libro, aunque sólo tenía una página entre las tapas. Al tocar esta hoja, aparecían por orden las páginas del texto, una tras otra. Pero, según me dijo el robot vendedor, los optones se usaban muy poco. El público prefería los lectones, que leía en voz alta, y era posible elegir la voz, el ritmo y la modulación preferida. Solamente se imprimían en páginas de plástico, que imitaban el papel, algunas publicaciones científicas de audiencia muy reconocida. Por ello pude meter en un bolsillo todas mis compras, aunque se trataba de trescientos títulos. “

Extraído de la novela de ciencia-ficción de Stanislaw Lem: Retorno de las estrellas.