En la unidad original del ser primero, está contenida la causa secundaria de todos lor seres, así como el germen de su inevitable destrucción

Edgar Allan Poe



lunes, 13 de abril de 2009

Eurípides – Las diecinueve tragedias



Medea.

Se presente Medea en la puerta del palacio. Con ella viene la nodriza.

Medea.-Mujeres de Corinto, vedme aquí. Del palacio salgo para que no me censuréis. Muchos mortales conocí altivos –unos de propia vista, otros de extraña tierra- que llenos de soberbia a nada se ajustan. Otros hay, empero, que dóciles y apacibles, pueden vivir una tranquila vida. ¡No esta la justicia en los ojos de los hombres! ¡Qué de veces, sin llegar al fondo de las almas, sienten aversión para alguno que en nada les daño! Y eso solamente por ver el exterior.
Preciso es que el extraño se entremeta en los asuntos de la ciudad en donde reside. No obra prudente el que, siendo habitante de una comunidad, orgulloso ofende a los que en ella viven, porque no los conoce.
¡Pero a mí…lo que ha ocurrido en mi vida me está partiendo el alma…deshecha estoy…nada es ya para mí la vida…mi anhelo único es morir, amigas mías!
¡Todo era él para mí –qué bien lo he sabido- y es el más nefando de los hombres el que es mi esposo!
De cuantos seres tienen alma y pensamiento somos las mujeres los más desdichados. Primero hay que gastar grandes caudales por lograr un marido. Ya lo tenemos. Hay que ser de él un déspota de nuestro cuerpo. De los males quizá el mal más duro. Y el punto más difícil: ¿será bueno o malo? No se concede a las mujeres repudiar al esposo, ni desatar el vínculo nupcial. Y vengamos a las novedades de ahora. Es preciso ser adivino para saber, sin que nadie nos lo haya enseñado, cómo ha de tratarse al que comparte nuestro lecho. Bien puede ajustarse a nuestra manera de ser: es la dicha de las dichas. Llevará el yugo conyugal de buen grado. Pero, si no… ¡mejor la muerte!
Cuando un varón se hastía de la vida hogareña, se sale fuera a disipar su enfado. Va con algún amigo, va con sus camaradas. Y ¿nosotras qué? ¡Un solo ser hay en quien tenemos que poner los ojos!
Sí, lo sé. Dicen que nosotras pasamos la vida seguras en el hogar, sin pena, sin peligro…y ellos, van a la guerra, combaten con la muerte a la vista. ¡Mal piensan! ¡Tres veces en el frente de batalla, y no parir un hijo!
A temores propensa es la mujer siempre. No quiere luchas, se espanta del acero…pero, ¡que no le toquen el lecho conyugal; no hay entonces un alma más sedienta de sangre!

(…)

¡Ah, si para el bien nacimos incapaces las mujeres, de todos los males somos las más diestras artífices!

No hay comentarios: